lunes, 9 de agosto de 2010

Último Artículo publicado por mi padre en el diario “El Peruano”

El valor de la ciencia y el poder de la oración
Alfredo VIGNOLO MALDONADO (*)
Periodista

Los científicos, y en particular los médicos reconocen el valor de la oración como apoyo eficaz en su obra humanitaria. La ciencia, cuanto más avanza y perfecciona, tanto más también confirma la existencia y la voluntad de Dios. El investigador, el facultativo, aprenden y ejercen su profesión porque la aman y ponen en ella todo de lo que con capaces. Al practicarla difícilmente pueden ignorar u olvidar a Aquel que es el origen y hacedor de todo; fontana de la inteligencia y del sentido del deber para con el prójimo. Esto demanda prudencia, sobriedad, moral personal, caridad cristiana y ética profesional, características que deben ser comunes en toda ocupación. La ciencia conduce a la verdad. Este es su objeto, mediante el estudio de las nociones fundamentales sobre su origen, naturaleza y características o propiedades de las cosas, de tal manera que su definición y realidad resulten comprensibles y comprobables.
La bondad, sabiduría y poder divinos se manifiestan al advertirse que todo cuanto hay -descubierto o todavía no- ha sido creado para bien de los seres sensibles y racionales, capaces de conocer, interpretar, desentrañar y conquistar las cosas a fin de servirse de sus propiedades a favor del ser viviente cuyo espécimen más perfecto es el hombre por el privilegio del alma inmortal.
San Agustín revela que cuando preguntaba a uno y a otro que ejercían poder para curar, la respondían: "Nosotros no somos aquel que tú vas buscando; nosotros no somos tuyos; búscalo más alto que nosotros".
Esto significa que el Creador otorga su poder y gracia a los hombres para que se desempeñen en la profesión, oficio o trabajo a que se dedican. ¿Y cuál es en esto el papel que se le atribuye a la oración? Todo creyente -de cualquier religión- tiene una manera particular, íntima y/o pública, de dirigirse a quien considera el ser supremo, invisible pero real, al que está ligado por sentimientos y el don del espíritu.
Ese dirigirse en quien se cree, es la oración, actividad interior que comunica al hombre con la deidad. Es el momento en que el ser se acerca a Dios, no sólo como experiencia religiosa ni rutinaria sino como una necesidad alentada por la fe. Mas, si lo que es un sentimiento religioso se reduce a un frío proceso psicológico, la oración, el rezo, debilitan su sentido y su valor. Igual que cuando se hacen sin la conveniente concentración.
La oración es un movimiento interior por el que el alma se repliega activamente sobre sí misma elevándose luego por el discurso mental a Dios. La oración abre un paréntesis en la cada vez más agitada e inquietante dispersión de la vida diaria y se torna en decidida y a la vez humilde voluntad del hombre de ponerse delante del Señor, ante El, quien está en todas partes, siempre, para expresarle amor, gratitud, implorarle perdón o la gracia y fuerza necesarias para afrontar con digna resignación, las pruebas a que somete y que es deber ofrecérselas. O para rogarle la ayuda que mitigue y el apoyo para lo que se hace. En la ciencia médica es la presencia de Dios en las manos del galeno y en la confianza del paciente.
Con la oración el hombre reconoce sus naturales posibilidades y acepta sus limitaciones, de cualquier orden. Así se robustece comunicándose con Dios. Es una transformación del orante. Contrariamente, en el conocimiento científico, intelectual, artístico u otro, como en la autoridad que se recibe, la soberbia envilece y rebaja la valía del hacer, así como del saber.
Se ora mediante el rezo cotidiano, la súplica, el pensamiento elevado al Señor y la reflexión interior acerca de quien todo lo sabe, todo lo puede y todo lo decide. Orar es asimismo, confiar en la divinidad con la fe y el razonamiento, aún el más impaciente o rústico; y la comunicación mental. Todo lo que se realiza -el estudio, el trabajo, el acto más sacrificado o la acción más feliz y noble tienen validez de oración no se hacen en nombre del Señor. O se expresa desde la forma más convencional o común: la oración litúrgica o la que se ofrece en reserva, dentro de sí mismo. La ventaja de ésta, sin desestimar la otra, es la ayuda del silencio, la soledad, el ensimismamiento, lo cual es difícil en reuniones en las que, como ya es costumbre aceptada, hay expresiones de alegría y solidaridad que pueden perturbar el recogimiento. Recordamos las palabras de San Mateo en el Nuevo Testamento: "Tú, cuando ores, entra en tu cámara y, cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensará". Esta recompensa tiene todas las formas imaginables y es constante. La misma vida y el poder hacer lo que se sabe, es prueba de ello.

* Artículo póstumo.
Redactado para el diario oficial “El Peruano” el domingo 11 de noviembre del 2007, falleció la madrugada del martes 14 de noviembre.

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