lunes, 9 de agosto de 2010

Tributo a mi Padre

Alfredo Vignolo Maldonado
A dos años de tu Partida
28 de julio de 1925 - 14 de Noviembre del 2007

Que rápido ha pasado el tiempo, si parece que fue ayer, cuando por última vez besé su frente y apreté mis manos con las suyas, poco antes que entrara en la quietud Eterna. Tenían la mansedumbre de palomas cansadas y la arrogancia enhiesta, igual que cuando las veíamos traqueteando la antigua máquina de escribir Rémington, que siempre sonaba en el escritorio de la casa y que hoy sólo suena silenciosa en nuestras mentes, en el recuerdo ido. Mi padre, Don Alfredo, no está físicamente con nosotros, lo llevamos en nuestro corazón, mente y pensamiento, como una presencia latente y permanente, por todo lo que él fue, como padre, esposo, abuelo y amigo.
Su palabra siempre fue muy cauta, franca y docta, tanto que traslució perfectamente su pensamiento, sin remiendos ni ocultación. La tarea magisterial en la que estuvo embebido por más de medio siglo, es la más rica y vasta fuente testimonial de su notable personalidad y entrega hacia los demás.
Así fue mi padre, Don Alfredo, a quienes familiares, amigos y exalumnos le rendimos meritísimo homenaje por su dedicación al Periodismo y por el aporte que ofrendó durante casi sesenta años de constante enseñanza humanista, valores aprendidos, conservados y compartidos desde que los recibió de niño, en su hogar, donde mi abuelo Don Alfredo Vignolo Boluarte, animaba tertulias familiares igualmente su madre, mi abuela María Delia Maldonado de Vignolo.
Él ha muerto, en fase insoslayable de su destino. Pero allí está su espíritu en cada libro, en cada artículo que escribió, auténtico, inconfundible, en la obra que lo perenniza por siempre, como antorcha del periodismo decente y ético que perdurará en el tiempo conmigo y con mi hijo Francesco, en las tres generaciones de Vignolo periodistas, pero jamás podremos ser más de lo que él fue, un apóstol del Periodismo.
Ya no lo vemos más en el escritorio de la casa leyendo algún libro con el fiel “Negro”, su engreído o en el jardín de la chola, como le decía a mi madre, el amor de toda su vida y que compartió casi por medio siglo, ya no comeremos ravioles o lasagñas y tomaremos vino tinto en una tarde cualquiera, rodeados de lo primordial y básico que es la familia; desde su cúspide de gloria continuó sencillo, generoso, modesto, dueño de una sola ambición, colmada: escribir cada día casi desde el alba, momento de la máxima pureza, de la luz virginal que tanto le entusiasmaba, así como el sol.
Mi padre fue llamado un 14 de noviembre de hace dos años. Sus ojos como el de mi nieta Fiorella que despedían destellos esparcían afecto, amor, bondad, sencillez, ternura y franqueza con cada palabra que brotaba de sus labios, se cerraron inexorablemente para siempre, en ese sueño de ensueño que es la muerte, para estar sentado a la diestra del Señor.
Murió pobre, pero feliz, porque nunca quiso ser rico. Él tenía la riqueza adentro, en sí mismo; era la riqueza que le saciaba con esplendidez: escribir, dictar clase, enseñar, era su arte, el regocijo espiritual que disfrutaba y compartía y que es deber mío y de mi hijo Francesco y los hijos de mis hijos continuar en esta brega generacional de mantener el apellido ligado al Periodismo, por el sendero de la docencia y la decencia, no en lo que se ha convertido ahora, en bazofia en donde los valores y principios no valen y la ética no es tomada en cuenta para nada.
Don Alfredo fue un hombre de paz, concordia y tolerancia, cualquiera sea el acontecimiento que ocurra. Pensó y actuó en sintonía perfecta con su conciencia, buscando el equilibrio que asegure el deber ser, el resplandor de la razón, la necesaria armonía y el valor de la justicia.
Querido papá en nombre de mi madre, hermanos, nietos y bisnieta gracias por tanto que recibimos de ti, te queremos mucho, tu luz siempre nos alumbrará, aunque haya nubarrones, tu antorcha perdurará por siempre con nosotros.
Mi agradecimiento a ustedes por acompañarnos esta noche, muchas gracias.
Tu hijo Alfredo, Giuliana y Luis Fernando, tus nietos Francesco, Giorgio, Stefanno, Giancarlo, Gianella y Luciano y tu nieta Fiorella.

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