lunes, 9 de agosto de 2010

Comentario del Libro Ética Periodística de Alfredo Vignolo M.

Por Manuel Jesús Orbegozo

No es una novedad afirmar que el mundo está yendo a galope tendido sobre un potro desposeído de valores éticos y morales. O sea, no es nuestro país el único del muestrario; ni son sólo nuestras instituciones las que padecen de estas desvalorizaciones. En esta mala racha estamos incluídos todos los que habitamos en este planeta.
El periodismo, por ejemplo, es una de estas instituciones que atraviesan por un período crítico, cuando vemos que circula a campo traviesa e ilimitadamente el llamado “periodismo amarillo” (prensa y talk-shows incluídos) que no se circunscribe a dar fotos de mujeres desnudas y atentar contra la intimidad -que debe ser intocable-, sino para despotricar, mentir, insultar y difamar a instituciones y personas, hasta lindar con el delito.
Lo único que podría poner coto inmediato a estos desmanes es una institución formada por profesionales probos y experimentados, es decir, una especie de amautas o consejeros capaces de enderezar tanta cosa torcida. No la tenemos.
Uno de esos amautas -me he permitido decirlo siempre- sería Alfredo Vignolo Maldonado. un periodista de fuste y de larguísima trayectoria profesional en la comunicación social.
Vignolo, de amplia data y, ahora, en el retiro parcial, no fue un periodista de escritorio. El cubrió informaciones en la calle, que es donde se foguean los verdaderos profesionales. A mi juicio, periodista que no hace calle nunca será un buen periodista poque nunca habrá estado en contacto con la vida, que es donde se nutre el periodismo. Vignolo conoce todas las calles de la ciudad y sus recovecos, pero además, todo el Perú.
Sin embargo, no es en este campo de la información donde Vignolo destacó como un verdadero hombre de prensa, veraz y responsable, sino en el campo de la ética profesional. Todos los que lo conocemos o trabajamos con él podemos afirmar que es un periodista absolutamente incorruptible. Lo demostró en numerosas oportunidades cuando situaciones políticas lo pusieron entre la espada de no seguir fiel a su conciencia, y la pared del desempleo. En casos así, él prefirió lo último.
Sensible siempre a los avatares de la profesión, Vignolo debe sentirse muy dolido de lo que acontece al periodismo limeño, donde todo es un desbarajuste. Y, justamente por eso, pensando en que los principales errores en los que caemos pertenecen a nuestra deontología, es que ha preparado un Código de Ética Periodística que consta de nueve capítulos, todos con una sustentación doctrinaria sesuda, práctica y modernizada.
Considero que es lo más apropiado que se ha puesto hasta hoy sobre la mesa, en lo relacionado con los problemas de los valores éticos y morales de nuestra profesión.
Lógicamente, los contenidos de tales capítulos son susceptibles de ser aumentados o disminuidos o cambiados, si fueran discutidos. Pero, hoy ¿Dónde discutirlos? No tenemos dónde, asi estamos de desinstitucionalizados.
He empleado la palabra «modernizada» porque, en efecto, Vignolo toma en consideración todo lo introducido por la ciencia y la tecnología en la práctica de las Ciencias de la Comunicación. Por ejemplo, habla de disquetes, casetes, videotapes y otros, que hace algunas décadas no existían. Toca puntos candentes de actualidad, por ejemplo, un ítem sobre los «Actos contra la profesión periodística», como el «servirse de material periodístico ajeno, usurpado, sea inédito, confidencial o ya difundido, en cuyo caso es honesto citar las fuentes», o «no acogerse a la Cláusula de Conciencia si la empresa o el medio en que se labora cambia de línea y orientación con la cual no se coincida». Es ético mantener su propia convicción, lo contrario es inmoral y atenta contra el prestigio propio y profesional. «Las creencias y criterios se fundamentan en principios superiores».
Y en deberes para con los colegas, dice el inciso «b) Considerar la reputación de los colegas», y en el «d) Ser solidario con los colegas, no actuar de forma egoísta», todo lo cual, en estos momentos, no se hace, sino al contrario, el desacreditarse los unos a los otros es un deporte sumamente rentable.
En deberes para con la sociedad dice que el periodista está obligado a «a) Respetar el derecho de toda persona a su intimidad. La vida privada es inviolable, salvo el caso extremo de bien y necesidad públicos». Creo que aquí habría que distinguir bien entre los íntimo y lo privado, porque me parece que ambos términos y su semántica son bastante diferentes, aunque lo único indiscutible es «considerar, siempre, el valor de la persona humana».
El código presentado por Alfredo Vignolo Maldonado es un extraordinario esfuerzo doctrinario preparado por un periodista lleno de pasión y fe profesionales. Aunque ahora nadie sería capaz de cumplir tanto ítem, porque todo anda mal, alguna vez los periodistas de las futuras generaciones han de hacerlo si no quieren que «la más hermosa de las profesiones», como dice García Márquez, se vaya al diablo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario