viernes, 6 de agosto de 2010

La Tv y el respeto al televidente

No hay retiro más pacífico y menos expuesto a la perturbación ajena que lo recóndito, lo profundo de uno mismo, allí donde impera el silencio del espíritu y fluyen el pensamiento y la memoria, en lo más íntimo del ser.
Sin embargo, muchas veces ese retiro, lugar inviolable de la persona, es invadido sin respeto ni consideración. La intimidad sufre allanamientos y es exhibida como un espectáculo público. Son los que fungen de periodistas y productores de televisión y los buscadores de “dramas”, quienes hurgan en lo más hondo de la vida privada para hacer próspero el inicuo negocio del escándalo. Otras veces, por necesidad económica de los protagonistas y/o por un torpe sentido de figuración, se prestan a este descarado develamiento de su vida o fungen de actores en base a un libreto.
Lo íntimo y lo privado de la persona constituyen derechos inviolables, pero diferentes en lo que respecta a la reserva y al interés. Es difícil encontrar el término de uno y el comienzo del otro; casi no existe límite. Pero allí están y es deber ético del periodista y de los responsables de los medios de comunicación social reconocerlos y respetarlos. Lo íntimo es lo que no se comparte con nadie, aquello de lo cual no se hace partícipe a otro; es lo más profundo y secreto del yo -y, acaso, de yo y tú-; es lo que está al margen del conocimiento no solamente público, sino de cualquier otra persona.
En cambio lo privado está expuesto al conocimiento cuando la persona tiene alguna notoriedad, figuración, cargo o algo que hace de ella un personaje público. No obstante, lo íntimo de éste es intocable; lo que se relaciona en alguna forma con su vida pública puede ser objeto de información y hasta de comentario adverso o favorable, según los hechos y la responsabilidad de dicha persona en relación con el cargo, función o actividad que desempeñe.
No hay nada que humana y moralmente justifique indagar, enterarse y divulgar lo íntimo de nadie. Lo privado, si es de importancia pública, exige tino y siempre que su conocimiento sea necesario para la sociedad. El periodista está obligado a respetar el derecho de toda persona a su intimidad; la vida privada es inviolable, salvo el caso extremo de bien y necesidad públicos. Ella es patrimonio moral del titular y de su familia. Todo aquel que ejerce como periodista o empresario responsable de los medios de comunicación social está en la obligación de saber qué se debe decir y cómo. Es como quien no está enterado de la vigencia de la ley; esta circunstancia no lo exime de cumplirla.
Para informar no es necesario hincar con la pluma hasta lo más hondo del sentimiento humano; hacerlo es flagrante falta de respeto al padecimiento de quienes afrontan situaciones de infortunio.
La prensa tiene la responsabilidad de ser consecuente con su noble papel, ha de ser informador juicioso, mesurado; hacer de público conocimiento los hechos sin escándalo y sin esa prepotencia de decir “fuimos los primeros”.

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